Christian Fedor Eberhard Felix Seidel y Magdalena Johanna Koppman nacieron en Dresden, Alemania en 1878 y 1887, respectivamente. A comienzos del siglo XX, Christian emigró a México con el propósito de explorar la posibilidad de abrir una sucursal del Banco Transatlántico Alemán en la Ciudad de México. Tras su estadía en México, Christian regresó a Alemania y desde Hamburgo emprendió un nuevo viaje hacia Buenos Aires, Argentina, entre 1905 y 1907, con el objetivo de establecer una sede del banco en esa ciudad. En Buenos Aires conoció a Magdalena, a través del círculo de inmigrantes alemanes, con quien contrajo matrimonio. Poco después, ambos se trasladaron a Mendoza para continuar con la expansión de la entidad financiera. La llegada de la pareja coincidió con el auge de la agricultura mendocina, especialmente el cultivo de viñedos impulsado por conocimientos europeos. En ese contexto también se fundó el Club Alemán de Mendoza. La tradición familiar sostiene que Seidel, aficionado a la fotografía, tomó una imagen de los fundadores del club. De manera simbólica, se lo recuerda como uno de los primeros alemanes en establecerse en la provincia.
La familia residió en una casa en Chacras de Coria, hoy en manos de otros propietarios, aunque los descendientes mantienen vínculo con el lugar. El interés por la genealogía llevó a uno de los herederos a rastrear el árbol familiar hasta los siglos XVIII y XIX, reforzando el compromiso de preservar la memoria de sus antepasados. Las costumbres culinarias siguen constituyendo uno de los aspectos más perdurables en la vida familiar. Platos típicos como los spätzle y el strudel siguen formando parte de las reuniones, transmitiendo sabores de la tierra de origen.
Tras la caída del Muro de Berlín, la casa de la familia Koppman en Dresden adquirió gran valor histórico. Pese a los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial, el inmueble sobrevivió intacto y posteriormente fue declarado monumento nacional. La recuperación de la propiedad se concretó gracias a un documento que sobrevivió a la guerra, en el que el tatarabuelo dejaba constancia de que su hija —Magdalena— era la legítima heredera. Hoy, la vivienda mantiene su fachada original y ha sido remodelada en su interior, constituyéndose como símbolo de la resistencia y continuidad del legado familiar.
Con el paso de las generaciones, los descendientes de la familia Seidel han continuado la tradición migrante. Actualmente, algunos residen en Estados Unidos y España, reproduciendo el camino de búsqueda de nuevas oportunidades iniciado por sus antepasados. Entre los objetos conservados se encuentra un anillo con el sello familiar, pieza que perteneció al bisabuelo —general de profesión— y que aparece en antiguas fotografías. Este objeto, transmitido de generación en generación, simboliza siglos de historia, memoria y pertenencia. La trayectoria de la familia Seidel constituye un testimonio de arraigo, resiliencia y transmisión cultural. Su historia refleja la capacidad de mantener vivas las raíces, incluso en contextos de migración, guerra y reconstrucción.
Este texto fue escrito por Catalina Bieler Peresin (Universidad Católica de Santa Fe) en el marco de los 200 años de amistad entre Alemania y Argentina.
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